Incrustaciones Forzadas
Felipe es un joven
universitario normal, de complexión normal, de altura normal, de
temperamento normal. Su mundo era la escuela, los deportes, su novia
y los videojuegos.
Todo lo contrario a su
hermana mayor Lucía, quien ya tenía dos años de haber egresado de
la facultad odontológica,
Una joven mujer
extremadamente hermosa, extrovertida, amiguera, noviera y
despreocupada hacían temblar los cimientos de la casa de sus padres
cada vez que discutían con ella.
Ambos vivían todavía en la
misma casa, la inseguridad y violencia vivida en su país ya la
tenían bastante fastidiada y más porque era la causa principal de
que aún siendo mayor de edad y con una profesión para mantenerse
ella misma, sus progenitores la tuvieran como muñeca, encerrada en la
casa. Sus padres se habían opuesto terminantemente a que se mudara,
a que saliera tarde o a que saliera de vacaciones sola o con algún
muchacho.
Varias habían sido las
batallas campales entre ella y sus padres, pero por más artillería
que sacaba, las cadenas no se rompían.
Ya estaba harta, y se notaba
cada vez más en su depresión. Su padre le había construído en una
parte de la gran casa un cuarto para que ahí instalara su
consultorio dental. Cosa que no pudo refutar, necesitaba dinero para
irse de ahí, y al mismo tiempo un lugar donde comenzar a ejercer su
profesión sin tenerse que preocupar al menos por la renta de un
local. En cuanto a clientela no se podía quejar, vivían en una zona
residencial y les caía de perlas a sus vecinos un consultorio dental
discreto y escondido. Un lugar en que ningún delincuente los
estuviera esperando al salir.
Por otra parte, Felipe
estaba enamoradísimo de su novia, ya llevaban dos meses saliendo
formalmente, y aunque ya habían tenido varios encuentros sexuales,
sentía que algo faltaba. No es que no le exitara, era muy hermosa
para él, pero algo sucedía y no sabía qué.
La novia de Felipe era
Marisol, la chica más linda de la escuela, pero sólo él le había
propuesto salir y luego convertirse en novios. Y es que si bien,
tenía una figura envidiable, unas tetas enormes, un culo de infarto,
una personalidad única, era bastante dulce y poseía una voz sueve y
aterciopelada. Sin duda, su rosotro era otra cosa, y es que padecía
de un caso extremo de acne, sudaba mucho, era muy tímida y bastante
nerviosa, producto de su mismo problema facial.
Todos conicidían en que si
no fuera por su acne, podría competir en cualquier concurso de
belleza y ganar con ventaja.
Esa noche de jueves fue un
gran descanso, habían terminado los exámenes finales del penúltimo
semestre de la carrera, ya finalmente faltaba revisar calificaciones,
pero se podía dar el lujo de hacerle la chillona a los profes el
lunes para que le dieran la calificación y faltar ese viernes.
Todo lo tenía planeado al
detalle. Por la mañana se levantaría temprano para ir a la
universidad y utilizar las instalaciones deportivas una última vez
antes de las vacaciones de verano. Terminaría su ejercicio, se
bañaría en las duchas de ahí mismo y podría llegar a tiempo a la
cafetería para verse con sus amigos y dirigirse a casa de uno de
ellos a jugar videojuegos hasta la tarde.
Antes de oscurecer tenía
que estar afuera de la casa de Marisol para llevarla al cine a ver su
película romántica, a la que le había prometido invitarla y que le
recordó por varias semanas incluso no se le fuera a olvidar. Pero
valía la pena, sabía que esa noche no se le escapba. La metería en
casa aprovechando que estaría sola, sus padres no estarían en la
ciudad y su hermana Lucía se escaparía para ver a alguno de sus
muchos novios y no regresaría hasta el día siguiente o tal vez más,
considerando lo reprimida que se sentía ella ahí.
Hasta el domingo, la casa
era sólo de él y de su novia.
Se fue a acostar temprano,
no quería perderse de toda esa diversión. Esa noche hubo fuertes
rachas de viento que empujaron a las nubes cargadas de agua. Por la
madrugada llovió, como casi todos los veranos, la lluvia fue
acompañada de rayos y truenos. La luz se fue en toda la colonia
durante un buen rato.
A la mañana siguiente se
despertó lentamente, abrio los ojos y la luz del sol que entraba por
la ventana le lastimó los ojos. Trató de protegerse de la luz
cerrando los ojos e interponer su mano entre ellos y la luz. No pudo.
Algo le mantenía las manos fijas, al igual que sus piernas. Volteó
a ver el despertador y este se encontraba parapadeando marcando una
hora que obviamente no era la correcta.
Giró y levantó su cabeza,
tratando de ver hacia todos lados, pero se encontró sólo en el
cuarto, o al menos eso creía. De repente se imaginó lo peor,
intrusos que se habían escabullido al interior de su casa, podrían
haberse metido a robar. Si era así, esperaba que ni sus padres ni su
hermana se encontraran ya en ella. De sólo imaginar a algún sujeto
violando a su hermana, su músculos se tensaban y la ira se apoderaba
de él.
En esos pensamientos se
encontraba, cuando sorpresivamente Lucía salió del armario, con
cámara en mano y dejando esta sobre el escritorio de la computadora
viendo a donde se encontraba Felipe.
-¿Acaso te imaginabas otra
cosa?, ¿Por qué te enfadaste tanto?
-¿Eras tú? Déjate de
bromas y suéltame, no es gracioso. Hiciste que perdiera mis
actividades de hoy.
-¡Ay, por favor! Ni que
fuera tan importante tu día, hacer ejercicio, videojuegos y la
zorrita de tu noviecita.
-Esto es más divertido.
-¡Cállate, no sabes lo que
dices! ¡Marisol es una chava preciosa y nunca haría las cosas que
tú haces! ¡Aquí, tú eres la única zorra!
-Ay sí tú, como no. Todos
saben que la putita espera clientes afuera del cine a donde van
ustedes en sus castas y puras salidas de novios. Me imagino lo mucho
que ha de disfrutar el pasar por los lugares donde se la mama a
desconocidos cada que pasan por ahí tomados de la mano.
-¡Silencio, no digas más!
¡No permitiré que una...uns... huila como tú insulte a mi futura
esposa!
-¡Escúchame, y escúchame
bien! ¡No permitiré que ella y tú se casen jamás, lo escuchas,
jamás!
Lucía perdió los estribos
y se abalanzó contra él. Pensó se aprovecharía de la situación
para golpearlo, cada vez que había tratado de cachetarlo
anteriormente la podía detener. Ahora no podría defenderse.
Contra todas las
probabilidades, no ocurrió, todo lo contrario, se subió a la cama
sobre él, y le bajó el pantalón de la pijama y los calzoncillos,
dejándolo nada más con la camiseta blanca que llevaba. Sujetó su
falo y lo sarandeo hasta que se erectó. Por su parte, con una sola
mano se sacó el camisón que consistía de una playera bastante
larga que le llegaba hasta medio muslo y descubrió su cuerpo desnudo
por completo.
Sus pechos medianos, su
cintura avispada, su gluteos carnosos y sus caderas de fuego hacían
juego con esa deliciosa concha situada en su entrepierna, limpia,
jugosa, algo velluda y sobre todo, olorosa. Ese aroma de hembra
deseosa terminó de exitarlo a más no poder. Lucía se sorprendió,
no creyó poder ver el día en que ese instrumento estuviera en sus
manos y en esa situación.
-¿Qué te pasa Luci? Bájate
y termina esta broma pesada
-¿Cuál broma? Esto es muy
serio, te voy a convencer de que no te conviene seguir con esa
zorrita, mosquita muerta, y mucho menos que te cases con ella.
-No lo puedes impedir. Nada
de lo que hagas podrá evitarlo. Además no entiendo por qué te
importa tanto. Se supone que tú ya no quieres estar aquí, sino para
qué tanto drama, gritos y peleas con mis papás.
-Como siempre, despistado
completamente. Por tí, ¿qué no te has dado cuenta? No soporto
verte con ella, no te quiero ver con ninguna, porque cada vez que te
veo me es más difícil separarme de tí.
Desde antes de la purbetad,
siempre compartimos todo, pero cuando comenzaron a crecerme estas, ya
no me dejaron estar contigo como antes. Tú me lo prometiste, me
juraste que nos casaríamos.
-¿De qué hablas? No
podemos hacer eso, era un juego de niños, no sabíamos que
significaba eso. Ya eres muy mayorcita para entender eso. Esto es
otro de tus dramas para chantajearme con algo, siempre fuiste una
loca, pero esto es...una tontería.
El cuarto se quedó en
silencio, las lágrimas de la chica se precipitaban contra la piel de
él, lo miraba fijamente, su nariz moqueaba y su cabello revuelto le
caía sobre el rostro, mojándose con las lágrimas que se corrían
por las mejillas rasuradas la noche anterior.
-Te demostraré que no estoy
jugando, que no es mentira y que no es una locura mía, no otra más.
Jamás te casarás con ella, con nadie. Eres mío y de nadie más.
Hoy comienza sino nuestro matrimonio, sí nuestro concubinato.
Sus caderas se alzaron, su
mano derecha buscó esa verga que no había perdido la dureza y la
centró, colocándola a la entrada de su vagina, completamente
lubricada. Lentamente fue bajando, dejó entrar el glande, y se
detuvo, fue el instante, la prueba fehaciente e irrefutable. El meato
del falo sintió la tela de carne que validaba su pureza, su amor, su
devoción hacia su hermano y hacia esa promesa. Se dejó caer de
golpe, por fín se había entregado con todo su corazón, cuerpo y
espíritu al hombre que idolatraba.
De aquél de quien
necesitaba escapar porque eran tantos sentimientos juntos que la
incineraban por dentro.
La mueca que le mostraba su
dolor físico era nada en comparación a la dicha y al alivio que
sentía al estar por fín juntos, unidos en una sola existencia, en
un sólo camino con todas las consecuencias que ello implicaba.
Durante unos segundos que se volvieron días, los dos intercambiaron
miradas nuevamente, pero ahora, ahora ya no necesitaron palabras.
Todo estaba claro, ya no había gritos y nadie forcejeaba porque ya
era inútil hacerlo.
Él movió su pelvis
circularmente un poco, debido a su buena condición física la
levantó sin problemas, aunque no hubo un ápice de movimiento
interno. El meato estaba pegado a su cervix, y no había movimiento
aparente.
Se inclinó sobre él, sus
manos con uñas perfectamente cuidadas pasaron de posarse en su
abdomen a apoyarse sobre su pecho, la penetración se hizo más
profunda, arrancándole un gemido inesperado, agudo y corto, casi
como el tímido maullido de una gata. Por vez primera se sonrojó
frente a él.
Deteniéndose a escasos
milimetros, sus rostros casi estaban pegados, sus respiraciones se
cruzaban, pero sus miradas se concentraban en el lateral de la cara
del otro, intentando no verse antes de hacer eso que faltaba. Sin
saber cuando pasó, sus labios se tocaron, se entreabieron y sus
lenguas comenzaron a explorar la cabidad del otro. Sus salivas
pasaron de una a otra lengua, sus papilas se saborearon. El acto
final estaba hecho, el pacto se había cerrado y la eternidad les
había acogido a ambos en su seno.
Sin despegar sus labios,
ambos comenzaron a mover sus pelvis, iniciaba el primer mete y saca,
pero no el último. Lucía podía sentir toda esa longitud en su
interiror, el calor que ambos emanaban era suficiente como para
hornear un bollo y lo estaban haciendo.
Los gemidos, gritos y
sonidos inentendibles no se dejaron esperar. Ella tuvo que despegar
su boca de la de él para poder respirar más profundamente. Gemir
más escandalósamente, demsotrar lo bien que se sentía, lo feliz
que se encontraba, el amor que recibía, el placer en que se
ahogaban.
Variaban el ritmo, se notaba
que Felipe llevaba la batuta, en tanto que Lucía era algo torpe por
su inexperiencia, pero aprendía rápido, necesitaba estar a la
altura de las circunstancias.
Tras varios minutos, Lucía
llegó al climax, se vino con tanta intensidad que se dejó caer como
muñeca de trapo sobre Felipe. Casi toda ella se quedó inmovil, los
únicos músculos que se siguieron moviendo fueron los vaignales, las
contracciones de estos por el placer de las arremetidas le llevaron a
él al suyo.
Por más que trató de
contenerse, de avisarle a ella que se levantara y lo liberara, no fue
posible evitarlo.
-Luci, Lu...levántate, voy
a acabar adentro, no puedes dejar que ocurra, agggrrhh, no voy a
poder contenerme más tiempo aggghh.
¡Luciaaaaaa!
Fue irremediable, el semen
salió disparado al interior de ese fértil útero. Una cantidad
masiva salió de los acumulados testiculos, tras varias semanas de
abstinencia. Felipe había tenido la fantasía de dejarle el rostro
cubierto a Marisol de lefa y esperar a que las supuestas propiedades
estéticas sobre la piel femenina fueran ciertas.
Aquella idea, ahora no
parecía tan buena. La receptora final se encontraba en la situación
equivocada, en el momento equivocado, o eso creia él. Lucía había
llegado a un segundo orgasmo sólo de pensar en las muy queridas
consecuencias que podrían ocurrir al sentir toda esa leche entrando
en su interior.
Estaba consciente, lúcida,
aunque exháusta, imposibilitada de poderse mover, y aunque hubiese
podido hacerlo, no lo habría hecho. Era lo que quería, ya nadie se
lo podría arrebatar jamás.
Dejó su cuerpo descansar
sobre el de él, su cabeza reposaba sobre su hombro. Sus enormes y
blanquísimos pechos tocaban el bello de su pecho, cada que respiraba
le producía ciertas cosquillas en sus niñas. Sus pezones erectos no
regresaban a la normalidad.
Se dejaron dormir por largo
rato. Las horas pasaron y con el pasar del tiempo, el miembro viril
regresó a su estado de reposo y una plasta de esperma resbaló por
las piernas de Lucía, ya que lo único que impedía que saliera era
el tapón que hacía la verga de su hermano, y es que era tal la
cantidad, que no le cabía tanto a esa mujer.
Al despertar Lucía, la luz
del sol era menos intensa, se notaba que era tarde, pero no sabía
que tanto, su estómago rugió y por más que quería seguir en ese
lugar, el hambre no se lo permitió.
Bajó de la cama, sus
piernas le tamblaban un poco, pero mientras bajaba a la cocina
totalmente desnuda se le fue pasando la aparente debilidad, se
preparo una sustanciosa comida, tanto para ella, como para él.
Aprovechó para comer primero, él aún dormía y aprovecharía para
meterse a bañar y darle una nueva sorpresa.
Dejó servida la comida para
él, preparó el conjunto que tanto había esperado usar; la
lencería, accesorios y maquillaje, sacó los tacones de aguja que no
mostraba a nadie y entró al baño a quitarse ese olor de hembra
recién cogida.
Eran aproximádamente las
cinco de la tarde cuando Marisol llegó y tocó el timbre, tras una
espera de diez minutos decidió usar las llaves de emergencia que le
había dado su novio, tanto de su casa como de su moto a guardar por
si algún día las necesitaba, al igual que ella le había dado una
copia de las llaves de su casa y de su auto por cualquier
eventualidad que ocurriera.
Al entrar no vio el auto de
su padre, pero si se encontraba el de Marisol y la motocicleta de
Felipe.
Nadie contestaba a sus
gritos, subió por las escaleras y parecía estar sóla la casa. La
puerta del cuarto de él se encontraba cerrada. Abrió la puerta y
entró, lo que descubrió no se lo esperaba, de inmediato se apuró a
desatarle los brazos... Pero algo la detuvo, un fuerte golpe desde
atrás la dejó inconsciente.
Lucía salía del baño
envuelta en una toalla que le cubría desde su busto hasta los
muslos, el cabello mojado lo traía envuelto en una toalla a parte,
cuando la vio entrar al cuarto de su hermano, de su amante, de su
otra mitad.
Dejó caer la toalla que le
impedía moverse con rápidez y mostrando su desnuda figura.
Agarró lo primero que tuvo
a la mano y le propinó un golpe con todas sus fuerzas. La dejó
tirada, no supo que hacer. Se dejó caer sobre el suelo alfombrado de
la habitación, tratando de recuperar la calma para proseguir.
Bastaron unos minutos, se
acercó a ella y la revisó. Seguía viva, por un lado estaba
aliviada, por el otro no parecía haber una solución para salir del
problema. Por mientras procedió a amarrarla de las manos y pies. No
pudo cargarla, por lo que no le quedó más remedio que dejarla
volteada hacia la pared, o eso intentaba cuando ella se despertó.
-¡Qué haces Lucía!
-Yo...yo... Lo necesario.
-¿Para qué?
-No te lo puedo decir.
Con el movimiento
repentino, los músculos vaginales no pudieron retenerlo todo, parte
del esperma que aún se encontraba en su interior salió,
embadurnando parte de las piernas de Marisol, mientras Lucía
terminaba de anudar el lazo de sus pies.
-¡Lucía, no me digas que!
-¡Sí, y qué con ello! Es
de Felipe, así que ni se te ocurra volverte a acercarte a él.
-¡De Felipe!, Yo pensé que
era de alguno de tus novios. ¿Cómo se te ocurre? ¿Cómo se les
ocurre? ¿Por eso está amarrado?
-Sí, le gusta jugar de esta
forma siempre conmigo.
Continuará...
Muchas gracias por llegar
hasta aquí, espero sea de su agrado, muchas gracias por la gran
aceptación del relato anterior y su valoraciones tan altas.
Te comparto la galería de la chica en la cual me inspiré para realizar esta historia:

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